Nuevas Multas contra el Graffiti en Barcelona
Ayer, el periódico La Vanguardia publicó un artículo sobre la nueva política del Ayuntamiento de Barcelona con respecto el graffiti, pasen y lean:
Los comerciantes de Barcelona serán multados si encargan graffiti para su persiana. La sanción puede alcanzar hasta los 600 euros, repartidos entre artistas y propietario
La escasez de muros autorizados para el graffiti se paliaba hasta ahora con diferentes proyectos para pintar persianas de comercios de barrio. Con esa idea nacieron los colectivos Enrotlla’t y Persianes Lliures, que reunían a grafiteros profesionales y amateurs respectivamente, para pactar con las tiendas la decoración de sus persianas. Para Enrolla’t es, además, la única vía que les queda para profesionalizar el graffiti artístico, ganarse la vida como creadores y hacer comprender que sus murales son arte urbano valioso. Sus iniciativas han tenido mucho éxito y en dos años la demanda de comerciantes ha crecido hasta incluso sobrepasarles.
Pero este pequeño oasis ha llegado a su fin. El Instituto del Paisaje Urbano y la Calidad de Vida (IMPUQV) del Ayuntamiento de Barcelona ha empezado a aplicar más estrictamente la Ordenanza municipal, de 1999. La normativa establece que las sanciones son para “la conducta” de alterar la fachada, lo que permite multar tanto a comerciantes como grafiteros, pero hasta ahora sólo se había multado a los segundos. Sin embargo, este diciembre llegó la primera multa a un comercio, Curtidos Pinós, en el Raval. Fuentes del Instituto defienden que “las denuncias por pintar grafitos no son ninguna novedad” pero no disponen de datos segregados porque en el documento de la infracción “no se detalla la actividad empresarial del denunciado sino su DNI”. “El Ayuntamiento seguirá actuando como ha hecho hasta ahora. Los que sean atrapados in fraganti consintiendo la pintada pueden ser sancionados”, agregan. Por la conducta de alterar bienes privados instalados de forma visible en la vía pública se han emitido 80 multas este 2010, más 85 más por hacerlo en “fachadas de los inmuebles privados confrontados”. El grafiteado de persianas entra en ambas categorías.
Sin embargo, existe una demanda latente. Persianes Lliures tiene más de 250 peticiones pendientes y Enrotlla’t ha pintado 47 persianas en tan sólo dos eventos artísticos en la plaza Llibertat de Gràcia. En paralelo, varios freelance realizan trabajos más figurativos por encargo y factura ordinaria, ejecutando dibujos de los propios tenderos. “El Ayuntamiento intenta frenar esta demanda y por eso ahora multa a los propietarios, para que dejen de rebelarse contra la ordenanza”, acusa Marc Garcia, publicista y cofundador de Persianes Lliures. “Es como un puñetazo sobre la mesa por parte del Ayuntamiento, que está desbordado de propuestas que no le gustan, que vienen de los artistas pero también de los comerciantes”, responde Jordi Llobell, portavoz de Enrotlla’t.
Qué dice la normativa
La Ordenanza dels Usos del Paisatge Urbà de la ciutat de Barcelona considera una infracción leve (con multas de hasta 600 euros) los grafitos sobre cualquier superficie del espacio público, sean persianas, muros, fachadas o mobiliario urbano. “El espacio público es considerado un bien común, de uso colectivo, como los balcones o las fachadas de las casas, así que velamos para que esté ordenado y mantenga el decoro y la dignidad deseables”, explica una fuente del Instituto municipal. “Es lo mismo que tener una bombona de butano en el balcón o tender la ropa en la fachada, son cosas que no contribuyen a preservar el espacio público”, añade, aunque reconoce que no se va a investigar quién tiene el balcón limpio y quien no.
El artículo 19 de la ordenanza prohíbe “la colocación de carteles, adhesivos, pictogramas o similares”, así como “la aplicación de grafitos o pintadas sobre cualquier elemento del paisaje urbano, si no se dispone de autorización expresa”. Ésta sería la que reciben, por ejemplo, las cadenas de supermercados o concesionarios de coches que pintan su logotipo, que no puede superar el 30% de la superficie. A la práctica, muchos de estos establecimientos no cumplen con todos los requisitos. En ninguna ocasión, según el Instituto, el Ayuntamiento ha concedido este tipo de permiso para un grafito.
“Las ordenanzas interpretan que pintar grafitos en el espacio público es una conducta de ensuciamiento que no sólo devalúa el patrimonio público o privado sino que principalmente provoca una degradación visual del entorno, afectando la calidad de vida de vecinos y visitantes”, asegura la misma fuente. “Por lo tanto, el comerciante que contrata o permite a un grafitero pintarle el exterior de su tienda se expone a recibir una sanción”, agrega. La competencia sancionadora, no obstante, no pertenece al Instituto sino a la Guàrdia Urbana.
Para combatir la presencia de grafitos, desde hace un año el consistorio ofrece a los comerciantes una ayuda para contratar la limpieza y mantenimiento de sus persianas durante cuatro años. Al contratar una de las empresas participantes, el Ayuntamiento financia la mitad del coste. El contrato incluye la limpieza general, la rascada de la pintura vieja, la aplicación de antioxidante, el esmalte de color (en colores neutros, sin ningún logotipo) y en especial el tratamiento antigrafitos, una especie de barniz que no permite a pegatinas y grafitos fijarse en la superficie (se pueden borrar con un simple trapo mojado).
Qué ofrecen los grafiteros a los comercios
En Barcelona hay varios centenares de grafiteros en activo. No son un colectivo organizado ni estructurado, sino más bien espontáneo y en movimiento. Casi un centenar forman parte Persianes Lliures y unos 60 más son miembros de Enrotlla’t, aunque sin militancia estricta.
Persianes Lliures es menos profesional, más informal, y busca una forma de practicar su hobby sin molestar al vecindario. La lideran los hermanos Pau (grafitero) y Marc Garcia (publicista), del Guinardó, y se articula entorno a una web, que hace las veces de red de persianas disponibles. Los propietarios pueden solicitar que su/s persiana/s –o cierres de garajes, muros, carteles…– entren en esta base de datos y firman un consentimiento, indicando las horas de inactividad del negocio. Los grafiteros se registran en la web y seleccionan una persiana, que queda bloqueada a la espera de su visita nocturna. Una vez pintada, le hacen una foto y la suben a la web, creando un historial de cada superficie y de cada autor. Al cabo de 2 o 3 meses se vuelve a ofrecer la misma persiana como disponible, para que pueda ser pintada de nuevo por otro grafitero. El tendero no les paga nada, sólo debe mantener limpia la persiana, pero a cambio no escoge el diseño (si bien se le garantiza que no habrá ni publicidad ajena ni mensajes ofensivos) y se arriesga a que le toque un completo amateur.
Los miembros de Enrotlla’t son más experimentados, la mayoría artistas emergentes que se abren camino en galerías, museos extranjeros y estudios de diseño. Su propuesta se ha dirigido más a asociaciones de comerciantes, como la de la plaza Llibertat, en Gracia, para organizar una jornada conjunta de promoción comercial y exhibición creativa. Piden que los propietarios sufraguen los carteles de difusión y el coste de los materiales (aerosoles, cinta de pintor y papel de periódico) y entreguen el lienzo inmaculado: sin polvo, grasa ni pegatinas. Ellos, a cambio, les ofrecen arte urbano de calidad sin cobrar ningún honorario. El estilo, la composición y la técnica del grafitero serán totalmente libres, pero cada comerciante podrá escoger al artista que más le guste según su portfolio de trabajos anteriores, que pueden verse en la web de la plataforma.
A parte del amor que cada tendero sienta por el arte urbano, el principal motivo por el que solicitan los murales es, paradójicamente, para evitarse los grafitos vandálicos. “Difícilmente encontrará firmas –‘tags’, en el argot– encima del dibujo, porque entre grafiteros hay todo un código interno, no puedes pintar encima de aquello que no sepas hacer mejor”, dice Garcia. “Respetamos las horas de trabajo que hay tras cada mural y el valor artístico que tiene”, defiende Llobell.
Según él, el boom de los tags llegó en 1999, con la Ordenanza, “porque se pasó de poder pintarlo todo a no poder pintar nada y en vez de hacerse grandes murales colectivos de muchas horas, proliferaron los garabatos rápidos para que no te coja la policía”. Para Llobell, lo más sensato sería establecer un mapa de usos, con calles que por su valor arquitectónico no deban ser invadidas por el grafito, pero con muchas otras que lo admitan en espacios “suficientemente céntricos para que puedan cumplir su vocación de comunicar, de llevar el arte a la calle”. “Una parte del graffiti será siempre anárquico, porque su esencia es la libertad, pero todos los que prefieren evitar el riesgo de multa pintarían en los sitios legales”, pronostica.
Más permisividad fuera de Catalunya
“En Barcelona tenemos grafiteros muy buenos, gente profesional, con premios y patrocinadores, que se dedican profesionalmente al diseño o a la ilustración y que en vez de hacer famosa su ciudad, regalarán su fama a Nueva York, Berlín o Madrid. Con ordenanzas tan absolutistas sólo se consigue una auténtica fuga de talentos”, critica Marc Garcia. Los mejores grafiteros de Barcelona, los que pintan murales creativos y vanguardistas, ya se están abriendo camino fuera de Catalunya. Varios miembros de Enrotlla’t tienen en su currículum acciones para la Tate Modern de Londres y exposiciones en Los Angeles, París, Turín, Munich y Tokio, por citar algunos ejemplos.
Ciudades españolas como Valencia o Madrid apenas ponen pegas a los comerciantes que pintan o permiten pintar sus persianas. Lo único que prohíben es la apología de bebidas alcohólicas, pero permiten incluso los anuncios publicitarios en paredes y bloques de pisos, como los hay en Berlín, por ejemplo. Un ejemplo de esta permisividad controlada tendrá lugar este 30 de enero en el barrio madrileño de Malasaña, la cuna de la Movida ochentera. Una revista de la zona ha convocado a 100 grafiteros de Persianes Lliures para celebrar una gran noche de exhibición, en la que se pintarán simultáneamente 100 persianas de comercios de la zona, previa autorización escrita de cada propietario. Alguna puede que sea incluso en la Gran Vía. Los Persianes Lliures tienen prevista otra exhibición la segunda quincena de febrero en Valencia, patrocinados por una emisora local, que organiza un gran evento con DJ, pinturas de calidad y una red de persianas autorizadas.
Enrotlla’t tienen entre manos otro evento artístico en un mercado de la capital catalana, que todavía no quieren desvelar, en el que se decorará todo el exterior y habrá conciertos y un taller para aprendices en la fachada. “Es mucho mejor que los chavales se acerquen al graffiti desde el arte, con permisos y profesionales que les enseñen, que no desde el vandalismo y los tags”, apunta Llobell. Ellos no se plantean trasladar el proyecto a otra ciudad ni expandirse, porque ésta es la suya, donde viven y la que quieren trasformar. No les molestaría, en cambio, que grupos de otras ciudades imitaran su modelo.
“Es una gran contradicción que no nos dejen pintar en el espacio público, ni con permiso de los propietarios, pero en cambio el Ayuntamiento edite libros donde cita el arte urbano y la contracultura en Barcelona, se exploten como marca de modernidad y el MACBA y el CCCB acojan obras, exposiciones o festivales sobre graffiti”, se exclama Garcia. Pintar persianas quizá sea la más visible de sus actividades, pero realizan otras, como exhibiciones en centros cívicos y de acogida, exposiciones o talleres de inserción para jóvenes. “Estos talleres de verdad funcionan”, asegura Garcia. Según él, “hacen sentir orgulloso, gratificado, a un chico que hasta entonces hacía el gamberro por la calle”. “Pasan de estar en la calle trapicheando a que un tendero les dé las gracias por su obra y quiera hacerse una foto con ellos delante de la tienda”, dice.
Con la moda de las persianas, además, algunos se han autoempleado y realizan encargos para tiendas concretas, con las que pactan un precio y un dibujo. “No comprendemos que el Ayuntamiento lo combata, y en plena crisis, porque es una demanda laboral y una forma de ganarse la vida como artista”, lamenta Llobell. Además de reivindicar lugares donde pintar, Persianes Lliures y Enrotlla’t persiguen dignificar la imagen del arte urbano y desterrar el estereotipo del grafitero como joven vandálico.
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